Lo que hace este Gobierno no es un ajuste. Es una decisión política, cruel y profundamente ideológica. Eliminar 13 programas que protegían a mujeres, diversidades y familias víctimas de femicidio no es un recorte presupuestario, es un acto de abandono. Es parte de un plan de exclusión, de odio hacia quienes más necesitan al Estado presente. Cuando una mujer es asesinada, algo se rompe para siempre en su familia.
El Estado no puede devolver esa vida, pero sí puede —y debe— estar presente para abrazar a esa madre, a esos hijos, para que no enfrenten solos el dolor. Desde el Ministerio de Mujeres siempre intentamos estar ahí. No siempre lo logramos, pero hubo una decisión política clara: construir herramientas concretas para que esas familias no quedaran a la deriva, para que las mujeres y diversidades supieran que no estaban solas, que el Estado las acompañaba en la reconstrucción de sus vidas. Hoy, el Gobierno elimina todo eso.
No por necesidad económica, sino por decisión política. Porque saben que su modelo económico va a fracasar, y necesitan disciplinar, castigar y borrar del mapa todo lo que huela a justicia social y derechos conquistados. Cortaron programas que daban asistencia a madres que crían nietos huérfanos.
Eliminan el acompañamiento psicológico para hermanas que vieron morir a su hermana.
Cierran espacios de contención para mujeres que huyen de la violencia con lo puesto. ¿Qué clase de gobierno ajusta sobre las víctimas? También eliminaron políticas de inclusión para personas trans, programas de apoyo territorial, capacitaciones para prevenir violencias.
No eran un gasto. Eran una inversión en vidas dignas, en igualdad real, en justicia social. Preguntan con cinismo qué sentido tenía ese Ministerio.
La respuesta está en cada madre que pudo enterrar a su hija con dignidad. En cada mujer que encontró refugio y después un trabajo. En cada piba trans que, por primera vez, fue tratada con respeto en una oficina pública. A veces llegamos tarde.
Se oficializó por decreto la eliminación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad
Pero siempre supimos de qué lado estar: del lado de las víctimas, del lado de quienes más sufren, del lado de la vida. Hoy el Estado se corre.
O peor aún, el Estado se vuelve cómplice. Esto no es una decisión técnica. No es contable.
Es ideológica y profundamente perversa. Destruyen políticas de cuidado porque no soportan que haya un Estado que abrace, que proteja, que garantice derechos.
Porque el odio les sirve para tapar el ajuste y justificar la indiferencia.
Me pregunto:
—¿Dónde van a estar esas mujeres que antes tenían una red?
—¿Quién va a explicarle a una nena por qué el Estado ya no la protege?
—¿Quién va a dar la cara cuando la próxima víctima no tenga a dónde ir?
Como exministra de las Mujeres y militante por los derechos humanos, levanto la voz para que esta medida no pase desapercibida.
Porque esto no es gestión, es violencia institucional. Porque esto no es un ajuste, es un castigo a quienes luchan por vivir sin miedo.La igualdad no se negocia.
Los derechos no se ajustan. Y no vamos a permitir que retrocedan sobre nuestras conquistas.
(*) Ex ministra de la Mujer