Perla Suez empezó su carrera literaria en la década del ‘90 con libros orientados al público infantil y adolescente. Antes de eso, en la época de la Triple A, una beca del gobierno francés que le permitiría viajar a Francia para perfeccionar su idioma, le salvó la vida. En ese país tuvo la posibilidad de asistir a clases con Roland Barthes y Marc Soriano. De regreso en nuestro país, publicó en 2001 la novela ‘Letargo’, que aún hoy se sigue reeditando. En 2015, ‘El país del diablo’ recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).
- “La entrega” se presenta como un libro que habla sobre la trata de personas, pero en él subyacen muchas capas; además está ambientado en una época de país bastante complicado.
- Lo que decís es muy acertado porque en realidad el tema de la trata no es lo central del libro. La problemática nace precisamente en un momento tremendo del país, que fue el 2001. Y lo que a mí me preocupaba eran los vínculos afectivos y humanos en las familias; cómo se empezaron a destruir la clase media y media alta. De pronto se me apareció la imagen de una niña de unos 14 años que escapaba por un matorral. No sabía bien el lugar todavía, pero sabía que era Entre Ríos porque es donde yo me crié. Y de pronto yo veía atrás de un guardia, un día de verano, a la hora de la siesta, con mucho calor. Y escuché un tiro. Así empieza la novela.
- Un comienzo muy brutal.
- Sí, pero ella escapa y a partir de ahí se desarrolla esta novela que empieza con un secuestro. Ahí empezó el trabajo de montaje, porque yo no tenía aún el final, que fue lo que más me costó, tenía esa imagen nada más. Y empezaron a aparecer los personajes, la familia de esa niña. Yo no quería una madre sacrificada o un padre con un costado malévolo. Quería mostrar lo complejos que somos los seres humanos en una sociedad que está devorándonos a todos, con una situación económica tremenda; algo que le pasó a tanta gente. Me interesaba mostrar cómo, una familia más o menos armónica, con los problemas que tiene toda la familia, termina destruida de a poquito. Quería que fueran cayendo de a poco, cómo está cayendo nuestra sociedad porque creo que tiene que ver con algo que nos sigue pasando.
- La crisis como origen de la violencia.
- Sí, porque al principio ves a ese padre y nunca pensarías que puede llegar a ser capaz de una atrocidad como la que va a cometer. Claro que también se asoció mucho la novela a lo que pasó con Loan o Marita Verón; y yo era consciente de eso cuando trabajaba, pero me dije: no vamos a ir por ese camino, vamos a desviar la cosa para que el lector pueda repensar. Porque la crónica que se lee en el diario ya está. Yo quería que el lector entrara en la literatura como una fuerza de conocimiento. Una forma de entrar en el texto y ponerse a replantear todo.
- En la trama vos te corrés de lo morboso, de lo explícito, que en definitiva es innecesario porque la brutalidad de los hechos habla por sí misma. ¿Te lo propusiste así?
- Sí. Cuidé mucho eso y trabajé con mucha disciplina, tengo que decirlo.
- Y la narrativa es muy vertiginosa también.
- Sí, yo tenía en la cabeza más o menos el recorrido, aunque no lo sabía muy bien. Es tan incierta la literatura. Uno camina por un terreno muy inseguro. Y ese es el desafío. Entonces, sí, tenía idea más o menos de la construcción de los personajes, que tenían que ser complejos, que eran de carne y hueso, que no eran ni del todo buenos ni del todo malos. Que es un poco lo que hay en cada uno de nosotros, en la condición humana, ¿no? De eso estamos hechos. Cómo parece impensable que un padre como él, que ama a su familia, termine así. Y cómo una madre que la busca, no es la sacrificada, la madre santa.
- Todos tenemos nuestros secretos, dijiste en algún momento.
- Sí, y creo que es parte también de la complejidad. No todo lo expresamos, ¿no? Pero también siento que en el fondo es el problema de la sociedad que vivimos, que cada vez está devorando a más gente, comiéndose a las personas como si fueran descartables, la pobreza que va creciendo, el consumo que también va creciendo. Y está forzando a la gente a comprar y comprar y comprar. Como si no se pudiera vivir, o mucho menos, en un país tan hermoso que tenemos. Y donde la cultura en este momento está puesta fuera de lugar.
- La novela está ambientada en un pueblo pequeñito. ¿Por qué?
- Yo nací en Córdoba, pero a los 7 meses mi padre, que era médico rural, me llevó a Entre Ríos y ahí me crié. Andando a caballo, juntando bichitos de luz con mis amigos, sin peligros de ningún tipo. Una infancia deliciosa. Me crié en Basavilbaso y Villaguay es el lugar donde nació mi padre. El río Paraná es un río que es muy mío. Por eso está ambientada allí.
- ¿Creés que cosas como éstas pasan más en los pueblos chicos?
- No, en las grandes ciudades es más habitual el tema de la trata. Yo creo que en las grandes ciudades es mucho más grave. Lo que pasa es que se tapa. Pero ahí te tenés que meter con las instituciones, que es un tema muy complejo. Y a mí no me interesaba meter a la policía ni a la justicia, yo quería mostrar qué pasa con las personas.