CULTURA
crítica

Pasajera en tránsito

Son estos aglomerados de duelos que Adaui enuncia con una dignidad negra que supera cualquier calamidad, en un manejo de las angustias que no caen en el desamparo, un estremecimiento muy presente en sus novelas precedentes.

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“Si se rompen, no será un desastre”, última línea, último aliento, de la nueva cosecha de cuentos de Katya Adaui, lanzada en simultáneo en Hispanoamérica. Sabores agridulces de estas semillas arrojadas por la escritora peruana que marcan un punto de inflexión en su espiral narrativo. Hay padres terribles, compañeras de rutas y oscuridades varias, la comida diaria de nuestro continente, pero Un nombre para tu isla alumbra distinto. Y a la sombra, sigue la luz.

La metáfora del iceberg, aquí reactualizada en la pronunciación entre obra viva y obra muerta de estos personajes no siempre masculinos –otra novedad en la escritora del demoledor Geografía de la oscuridad, Premio Nacional de Literatura 2023 en Perú–, esta vez permite encontrar, tal cual el título de uno los cuentos, el arte de perder. Y encontrarse. Como esa mujer que cruza océanos en el recuerdo de una experiencia amorosa juvenil o las amigas que apartan camalotes de zozobras y vejaciones. La ironía y el humor castaño oscuro, “Si ves la ola acercándose ya es muy tarde para escapar”, lee la pareja sumida en el misterio de la convivencia en Isla Grande, trazan nuevos archipiélagos en la narradora y docente que vive entre Buenos Aires y Lima.

“Se estremecen las palmas, la costa sisea, los rayos se columpian en el fondo del cielo. Cuando la sombra baña una casa, la casa de al lado se ilumina. La sorpresa del sol. Para esto vinimos”, acota en el mismo relato, afirmando antes que somos “una isla dentro de una isla”, un desfase que resuena con el otro, quien nos hace un sujeto singular, un nombre, al fin.

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El sabor del río dulce cambió algo una escritura que avanza en la inquietud de la sintaxis y en los cierres que confieren visos de que los personajes ansían el día después. Adaui, en lechos construidos de elipsis, trabaja así en proyectos inciertos que defenderán sus voces ficcionales en instigada complicidad con los lectores. En Un niño, tal vez el más ensayístico de los cuentos, vis a vis con el conocido anterior microrrelato Lagartijas de la autora, el fracaso del otro en el chico perdido ahora propone arremangarse, “tenemos mucho trabajo, haremos las murallas, el túnel, el puente, quedará como nuevo” aunque usemos familiares chicles masticados y colillas apagadas. O las tazas de mamá.

Son estos aglomerados de duelos que Adaui enuncia con una dignidad negra que supera cualquier calamidad, en un manejo de las angustias que no caen en el desamparo, un estremecimiento muy presente en sus novelas precedentes.

Al revés de las concepciones corrientes del duelo, estas narraciones cortas reman a que las pérdidas no justifican el desinterés por el mundo sino un compromiso mayor. “Somos el barco y la selva”, decía la narradora en Lagartijas, y aquí la mujer antes de bajar del avión pide a un desconocido que la despida del agotador fantasma del pasado. “¿De parte de quién?”, preguntan estos siete cuentos y reporta nuevos puertos Katya Adaui. Y reconocer el misterio para no quedar solos puede ser una especie de brújula.

Un nombre para tu isla

Autora: Katya Adaui

Género: relato

Otras obras de la autora: Quiénes somos ahora; Geografía de la oscuridad; Algo se nos ha escapado; Aquí hay icebergs

Editorial: Páginas de Espuma, $ 17.990

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