Eficiencia laboral: ¿Recompensa o castigo? Un fenómeno recurrente en el ámbito laboral revela que los empleados más eficientes suelen enfrentar una mayor exigencia. Si bien la lógica de asignar responsabilidades clave a personal competente es evidente, esta dinámica estaría generando una sobrecarga y un nivel de rigor desproporcionado para los trabajadores más leales y comprometidos. Expertos advierten que esta situación podría derivar en sentimientos de injusticia y desmotivación a largo plazo.
Un principio fundamental para el crecimiento organizacional reside en la disposición de los líderes a delegar tareas, aunque al inicio el rendimiento sea menor, asumiendo ese riesgo para el desarrollo. Un líder debe confiar en su equipo, delegando al adecuado, explicando la tarea, dando plazos y feedback. Esto revela empleados eficientes, quienes luego deben ser empoderados para delegar y asumir nuevas responsabilidades, evitando cuellos de botella.
A mayor nivel de control dentro de una organización, más probabilidad de que las responsabilidades más altas o tareas cruciales, se encuentren en pocas manos, altamente demandadas de exigencia.
Y ello principalmente, porque la confianza no es algo que se construye y traslada fácilmente, viéndose estancada muchas veces en círculos cerrados y enviciados.
Según investigaciones realizadas, los trabajadores más leales reciben mayor carga de responsabilidades, de manera tal de que a mayores sacrificios personales realizados, más confianza construida con su empleador y por ende, mayor lealtad atribuida. Si la persona es leal, mayor cantidad de responsabilidades le serán delegadas, así se instala un bucle que parte del reconocimiento pero que, posteriormente se asocia a la saturación, desgaste y malestar crónico.
Pensar un corte a dicho bucle será imposible si el empleado se ve atrapado en el mismo, sin libertad de acción o autorización para pedir ayuda.
Comienza, por el contrario, a generarse un cuello de botella acumulativo que no desagota sus tareas originarias o habituales, sino que además incrementa el volumen de trabajo, generando estancamiento y mayor riesgo de improductividad.
Lo cierto es que, lo que puede comenzar como excepción al tomar una tarea eventual que quedó desprotegida, la eficiencia evidenciada, lleva a construir una regla y obligación adquirida, de manera casi imperceptible. Como en un efecto bola de nieve, ese cúmulo de responsabilidades empieza a aumentar significativamente, avanzando a velocidad.
Al desgaste físico y mental por exceso de trabajo, se añaden sentimientos de injusticia al percibir un desajuste en la distribución de responsabilidades, muchas veces con una misma paga o compensación.
En lugar de una recompensa, la eficiencia trae consigo más trabajo y presión.
La percepción de injusticia impacta en el vínculo con pares y superiores y, por supuesto, en la motivación y productividad laboral. A la larga, si la situación no es conversada y abordada, se dan situaciones de desgaste en el vínculo laboral, o bien, salidas abruptas o intempestivas que provocan gran malestar y alteración de los ciclos laborales.
La bola de nieve
Al comienzo, esa bola de nieve puede generar adrenalina y placer, pero con el correr del tiempo la bola se desintegrará o coalisionará, generando un efecto menos deseado. El estrés, la sisifemia o el burn out están servidos sobre la mesa, por no enumerar otros efectos físicos y psicológicos producto de la presión y exigencia laboral.
Las acciones no tendrían sentido ante un escenario con poca esperanza de cambio, por tal motivo, empoderar a los empleados leales y eficientes a delegar tareas, capacitar y sentirse parte del proceso de crecimiento de otros, puede habilitar formas de drenaje y distribución de tareas, generando, no solo el alivio de dichos empleados, sino también la apertura y pasaje de responsabilidad a otras personas que no habían entrado al círculo de confianza.
Dicho escenario no se presenta de manera espontánea o mágica, debe construirse, entendiendo el mapa de habilidades diferenciales, grados de responsabilidad y estilos de los equipos a cargo, capacitando y dando seguimiento.
Comunicación y coherencia en los mensajes transmitidos serán claves para que los desafíos circulen, sin necesidad de formar bolas de nieve.