OPINIóN
EL HUNDIMIENTO DEL ARA GENERAL BELRANO

En Malvinas se respetaron los usos y leyes de la guerra

Aprecio que a más de cuatro décadas de la absurda guerra, la presencia de ambos países no es ajena al control estratégico de los importantes recursos naturales existentes y a un área que les permite ejercer también un control desde la desembocadura del río Amazonas a la Antártida, y desde la costa oriental sudamericana a la costa occidental africana, así como los accesos interoceánicos Atlántico-Pacífico y Atlántico-Índico.

Crucero General Belgrano
Crucero General Belgrano | CEDOC

Unos días antes de que se iniciara la Guerra de Malvinas (el 1° de mayo de 1982), el general Oscar Jofre- comandante de la Agrupación Ejército- me llamó a su puesto de comando en Puerto Argentino en mi carácter de coordinador de los fuegos terrestre y me dijo: “Tengo información de que vamos a disponer del crucero Belgrano en la rada del puerto”. Para nosotros fue una gran noticia, pues nuestra artillería- en ese momento- solo disponía de obuses calibre de 105 mm y 10,2 km de alcance, y el crucero tenía 23 cañones de superior calibre y alcance; y además reforzaba nuestra protección antiaérea por contar con un sistema misilístico mar-aire de reconocida eficacia. Fuentes británicas coinciden con mi opinión: “El más lógico empleo para el General Belgrano hubiera sido como batería flotante en Puerto Stanley (SIC), donde sus cañones y misiles constituían una útil ventaja para los defensores; y podría continuar el combate aún si hubiera sido hundido en las poco profundas aguas del puerto” (1)

El hoy emblemático crucero fue botado en 1938 por la Armada de los Estados Unidos con el nombre de USS PHOENIX, se salvó del ataque japonés a la base de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, y participó en la Segunda Guerra Mundial. En 1951 se incorporó a nuestra Armada con el nombre de ARA 17 DE OCTUBRE. Después del golpe de Estado cívico-militar de 1955 se lo rebautizó con el nombre en que yace en el Atlántico Sur.

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El 2 de mayo en horas de la tarde, el Belgrano- que navegaba hacia la costa argentina- escoltado por dos corbetas, fue alcanzado y hundido por dos torpedos lanzados por el submarino nuclear Conqueror, pereciendo 323 de sus 1093 tripulantes. Estaba en aguas internacionales, y fuera de la “zona de exclusión” (200 millas náuticas de Malvinas) declarada unilateralmente por el Reino Unido. El viejo Crucero yace con parte de su tripulación en las gélidas aguas de nuestro mar austral, y su ubicación ha sido, con justicia, declarada “lugar histórico nacional y tumba de guerra” por Ley Nacional 25554/2001).

Algunas fuentes en nuestro país continúan-erróneamente- calificando el ataque como un “crimen de guerra”, cuando en realidad se trata de “un hecho de guerra”, según lo han calificado los organismos internacionales pertinentes, entre ellos la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En su Capítulo Séptimo, se refiere “a las acciones respecto de amenazas a la paz, quebrantamiento de la paz y actos de agresión”; y en el Inciso 51 del mismo “establece el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva en caso de ataque armado contra un miembro de las Naciones Unidas; hasta que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas para mantener la Paz y la Seguridad”. El 2 de abril de 1982 recuperamos transitoriamente las Malvinas y el canciller Nicanor Costa Méndez informó que contaríamos con el apoyo del Consejo citado (con China, la Unión Soviética, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia como miembros permanentes con derecho al veto), pero al día siguiente no solo no apoyó sino que mediante la Resolución 502 y acorde con lo expresado exigió el cese inmediato de hostilidades, y el retiro de las tropas argentinas de las islas. Entre otras organizaciones, apoyaron la citada Resolución la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Comunidad Económica Europea (CEE) que aplicó un embargo completo a nuestro país.

¿Importa la verdad? | Por Martín Balza

Sin duda el Gobierno Militar- y sus asesores políticos y diplomáticos- asumieron la arrogancia que los caracterizó y no dudaron en ampararse en un sentimiento argentino sobre las incuestionables e irredentas Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Ignoraron que los dos mayores errores de una estrategia son actuar antes de hora o dejar que la oportunidad pase de largo. Aceptar la Resolución 502 no era una decisión totalmente negativa, ya que se habría logrado llamar la atención internacional, no se había producido ninguna baja británica y podría haberse negociado tratando de optimizar los réditos. De continuar con la presencia de nuestras tropas, con seguridad se nos consideraría agresores ante la opinión pública mundial, como sucedió posteriormente. Pasamos del tomo, me voy y negocio, al tomo y voy a la guerra con la máxima potencia militar del mundo.

Fuimos sometidos: “A la manipulación grosera de una dictadura sangrienta e ilegítima que pretendió legalizar su régimen prepotente y genocida embanderándose con una causa nacionalista aclamada por la sociedad argentina” (2). Por motivos similares los alicaídos gobiernos argentino y británico marginaron el diálogo y favorecieron la guerra. ¿Fue ajeno a ello Estados Unidos?, me remito a la respuesta de Horacio al joven príncipe Hamlet en la inmortal obra de Shakespeare: “lo he oído y lo creo en parte”.

Aprecio que a más de cuatro décadas de la absurda guerra, la presencia de ambos países no es ajena al control estratégico de los importantes recursos naturales existentes y a un área que les permite ejercer también un control desde la desembocadura del río Amazonas a la Antártida, y desde la costa oriental sudamericana a la costa occidental africana, así como los accesos interoceánicos Atlántico-Pacífico y Atlántico-Índico.

(1) English, A. and Watts, A., Battle for the Falklands, Pág.22.

(2) Eliaschev, Pepe, A las seis de la tarde, Pág. 218.

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