OPINIóN
Narrativas

La guerra también se juega en el feed

220625_gaza_bombardeo_palestina_afp_g
Poder. “En esta guerra, que no respeta fronteras ni husos horarios”. | AFP

No sé si Tel Aviv está bajo fuego real o bajo edición. Si esa torre cayó o si fue una generación de TikTok con IA generativa. No sé si alguien está disparando a un F-35 o si es una escena de un videojuego. Pero eso es justamente lo que buscan: que no sepamos.

La guerra entre Irán e Israel no ocurre solo en el terreno. También sucede, y cada vez más, en los márgenes difusos del algoritmo, donde la imagen precede a los hechos y la viralización anula la verificación. Las capturas que circularon estos días son una prueba brutal de cómo la inteligencia artificial, combinada con la necesidad de impacto emocional, puede desdibujar la verdad hasta convertirla en entretenimiento geopolítico.

Una torre destrozada en Tel Aviv que en realidad era un render. Un bombardeo sobre la ciudad que resultó ser Bagdad en 2003. Un avión supuestamente derribado que era parte del videojuego Arma 3. No es nuevo que en redes se distorsione. Lo nuevo es la escala, la velocidad y el realismo con que ahora se puede fabricar una ficción creíble en menos de una hora. Y lo preocupante no es solo el contenido falso. Es cómo, incluso frente a las aclaraciones, la emoción ya se activó. Porque en el campo digital, lo que importa no es lo que es, sino lo que logra mover. Ya no importa tanto qué ocurrió, sino qué imagen ganó la batalla de la atención.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En esta guerra, que no respeta fronteras ni husos horarios, la verdad tarda horas en llegar, mientras la mentira se reproduce a la velocidad de un tweet. Y si encima la mentira tiene una estética más cinematográfica, más cruda, más compartible… el algoritmo la premia.

Grok, el chatbot de X, salió a desmentir. Usuarios con buenas intenciones agregaron contexto. Algunos medios intentaron corregir. Pero ya era tarde. El feed global ya había digerido la versión épica, la más manipulada, la más conveniente para ciertos discursos.

En este tablero, Israel aparece una vez más no solo enfrentando una amenaza militar, sino una campaña de desinformación cuidadosamente articulada. Con cuentas parodia que parecen oficiales, con imágenes “inspiradas en hechos reales” que nunca pasaron, con videos sacados de contexto y reetiquetados con precisión quirúrgica para que hagan lo que tienen que hacer: daño narrativo. Lo que circula no busca informar: busca condicionar. Busca inclinar la opinión pública global antes de que los hechos hablen por sí mismos.

Y en esa estrategia, Irán y sus aliados digitales están jugando con un recurso que no necesita drones ni misiles: necesitan solo que alguien dude. Que alguien vea, se indigne, comparta. La viralización como táctica de guerra.

Esto no significa que todo lo que circule sea falso. Pero sí que todo lo que impacta no necesariamente es real. Y eso, para quienes miramos este conflicto con dolor pero también con compromiso por entender, es un llamado de atención. Porque el peligro no es solo creer lo falso. Es dejar de confiar en lo verdadero.

Y eso, en tiempos donde la IA puede fabricar cualquier escena en segundos, nos deja en un lugar peligroso: uno donde el escepticismo absoluto se disfraza de neutralidad, y donde la apatía informativa se vuelve la opción cómoda frente al caos. El desafío no es solo técnico. Es ético, narrativo, político. ¿Quién edita la guerra? ¿Quién pone el filtro? ¿Qué historia termina imponiéndose cuando la atención se vuelve el bien más escaso del siglo?

En este escenario, defender a Israel no es solo un posicionamiento geopolítico. También es una forma de resistir una narrativa artificial que busca criminalizar su derecho a la defensa, a través de medios estéticos y falsificaciones emocionales.

La IA no inventó la propaganda. Pero la volvió omnipresente, automática, programable. Y en esa lógica, donde ya no distinguimos realidad de render, la verdadera pregunta no sea quién gana la guerra, sino de quién escribe el guión.

*Autor y divulgador. Especialista en tecnología emergente.

OSZAR »