Un par de miles de personas -sin duda fans- acudieron a la convocatoria de Netflix en Barrancas de Belgrano para vivir por un rato, en primera persona, el mundo distópico que plantea la primera temporada de la serie El Eternauta.
Allí, en la famosa glorieta de la plaza, dibujada al detalle por el gran Francisco Solano López desde 1957 -año de publicación del cómic escrito por Héctor German Oesterheld- se posaron las miradas para distinguir si lo que se movía allí era “la mano” o uno de los bichos cascarudos y metálicos que representaban el horror de la invasión alienígena que copaba la ciudad de Buenos Aires con su estela de muerte y desesperación.
Lo que en realidad se planteó Netflix con este recurso pocas veces visto en esta ciudad para promocionar una serie que, al menos aquí, no lo necesitaba (si tenemos en cuenta cómo rankeó desde el minuto cero de su estreno el 30 de abril pasado) fue una movida de marketing de apoyo al producto. Lo que ellos denominan una activación de marca, “una estrategia que busca involucrar a los consumidores en experiencias y acciones con el objetivo de generar conocimiento, compromiso y lealtad. Se trata de actividades diseñadas para estimular la interacción y la respuesta inmediata del público objetivo, creando una conexión emocional duradera”, explican desde las oficinas de Netflix.
Pero la realidad resultó más “humana”, ya que se trató de una instalación en bucle, lo que equivale a decir que el show comienza una y otra vez según el horario de llegada del público y la ubicación en la plaza.
Así, sin la calidad de la producción que caraterizó a la serie, pero con íconos sucedáneos, desfilaron “eternautas” con máscaras y fusiles, los “bichos” llegados desde el cielo, ejércitos dispuestos a combatirlos. Todo amparado en la idea de que quienes desfilaron como público en Belgrano sabían claramente de qué se trataba, pero ahora envueltos en un clima de desasosiego y temor (sugerido por la música incidental que se escuchaba) a lo desconocido, propio de una invasión extraterrestre. Suponemos. Sin embargo, al cabo de un rato, uno siente que podría darle un consejo a la mismísima Netflix haciéndole saber que la mejor carta de presentación de El Eternatuta es la propia serie.