Una frase resuena ya al inicio de La gravedad y la gracia: “Todos los movimientos naturales del alma están regidos por leyes análogas a las de la gravedad de la materia, con la única excepción de la gracia”. Para Simone Weil (París, 1909-Ashford, 1943), la gravedad domina el alma hasta el punto de un determinismo espiritual, y está vinculada al ego, al deseo de posesión, al orgullo y a otras reacciones o actitudes que debilitan o envilecen al ser humano. La gracia, por el contrario, opera como una fuerza resistente y está ligada, fundamentalmente, a la conexión con Dios a través del amor, la compasión y la renuncia al ego.
Este libro surge como una compilación de textos escritos por Weil en el final de su (cortísima) vida, entre 1941 y 1942, cuando la filósofa debe emigrar de París con su familia a causa del nazismo, para recalar primero en Marsella y posteriormente en Estados Unidos. Los capítulos son breves, con títulos concisos (“El yo”, “Contradicción”, “Ilusiones”, “La violencia”, “Amor”, “La desgracia”). A su vez, la sintaxis tiende a la condensación (hay pocas oraciones subordinadas), a la oración seca, puntual, que lejos de explicarse a sí misma, muchas veces deja el sentido flotando para que el lector lo interprete. Weil dice, por ejemplo: “Saber que, como ser pensante y finito, soy Dios crucificado”; “El sufrimiento más puramente amargo, el sufrimiento penal, como garantía de autenticidad”; “Una ciencia que no nos acerca a Dios no vale nada”; “Tratar de enmendar las faltas con la atención, y no con la voluntad”. El ascetismo que la autora propone para la vida, la idea del despojamiento y de la renuncia son valores que parecerían traspasar a la forma del texto, en donde por momentos las oraciones se asemejan a las máximas, dado que en ellas hay implícita una moral: “Aquel que pone su vida en su fe en Dios puede perder su fe. Pero el que pone su vida en el mismo Dios no la perderá jamás”; “Si orientamos la inteligencia hacia el bien, es imposible que, poco a poco, toda el alma, a pesar de ella, no se sienta atraída por él”; “Sólo penetrando en lo trascendente, lo sobrenatural, lo auténticamente espiritual el hombre se hace superior a lo social”; “El trabajo sin motivo es como una muerte. Obrar renunciando a los frutos de la acción”.
En sus reflexiones, Simone Weil no cede a la condescendencia. Vive en un mundo que ha sido sacudido por la Segunda Guerra Mundial y por los horrores del nazismo. Afirma que el camino radica en la búsqueda de Dios, y al mismo tiempo se permite una advertencia sobre los riesgos de endiosar al dinero: “Dinero, maquinismo, álgebra. Los tres monstruos de la civilización actual. Analogía completa”. No obstante, abriga una esperanza centrada en la gracia, que puede entrar en las almas vacías. De todos modos, esa esperanza no está puesta en el progreso del hombre ni tiene tampoco ninguna garantía; se trata de esperar sin exigencias ni proyecciones, esperar a que la gracia se manifieste aun en el fondo del abismo.
La gravedad y la gracia
Autora: Simone Weil
Género: ensayo
Otras obras del autor: Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social; Apuntes sobre la supresión general de los partidos políticos; El poder de las palabras
Editorial: Godot, $ 14.999