El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, encaró su viaje a Medio Oriente, la región que eligió como destino de su primera gira internacional desde que asumió su segundo mandato en enero. El viaje del mandatario, que comenzó el 13 y se extenderá hasta el 16 de mayo, está de implicaciones diplomáticas y estratégicas en un contexto delicado, marcado por la devastación de Gaza y la tensión nuclear con Irán, una de las potencias regionales.
En una región clave para Washington, Trump reforzó alianzas históricas, realizó anuncios significativos y dejó claro que su enfoque en política exterior se basaba en el pragmatismo, la economía y, particularmente, la seguridad internacional entendida en función de los intereses de Estados Unidos.

Su visita incluyó paradas en Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, con momentos cruciales como la renovada alianza militar con los saudíes a través de un acuerdo de defensa multimillonario, un detalle no menor considerando que se trata de uno de los principales rivales de Irán en el tablero regional.
Por su parte, Teherán aprovechó el revuelo que generó la presencia del norteamericano y deslizó una nueva propuesta en el marco de las negociaciones por el programa nuclear: crear una empresa conjunta que involucre a sus socios árabes e inversiones estadounidenses, según fuentes citadas por The New York Times.
La "oferta" de Trump a Siria
En paralelo, Trump también hizo una promesa que, de concretarse, constituirá un "punto de inflexión" en la historia reciente: dijo que "ordenará el cese" de las sanciones contra Siria, que constituyeron un ancla para la recuperación socioeconómica del país en las últimas décadas. Fueron impuestas por Washington y sus aliados al régimen de Bashar Al-Assad a modo de represalia, en el marco del apoyo a los rebeldes en la guerra civil de Siria, donde se enfrentó de manera subsidiaria a otras potencias como Rusia e Irán, que apoyaban al mandatario derrocado en diciembre de 2024.
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Pero esta "oportunidad de grandeza" a Damasco ―en palabras de Trump― no será gratis. Detrás esconde un guiño a Israel, principal aliado de Washington, ya que parte de la negociación abarcaría su gancho en los Acuerdos de Abraham, la propuesta trumpista para normalizar las relaciones de Israel con sus vecinos árabes, rotas desde la reconfiguración del mapa regional en la Guerra de los Seis Días en 1967. El acuerdo, firmado en septiembre de 2020, supuso el restablecimiento del vínculo diplomático entre el estado hebreo y cuatro países incluidas dos naciones del Golfo: Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin.
Al igual que en su primer mandato, Trump intentó nuevamente normalizar las relaciones entre Tel Aviv y sus vecinos árabes, incluida Riad, un proceso que se vio truncado por la masacre del 7 de octubre y la brutal represalia israelí en la Franja de Gaza. Esta ofensiva militar dejó en ruinas al enclave palestino y su población, con un nivel de destrucción que se estima tres veces mayor que el impacto de la bomba atómica en Hiroshima. La ofensiva incluyó el bloqueo de la ayuda humanitaria a la población, de la cobertura periodística y, según recientes declaraciones de funcionarios israelíes, abrió la posibilidad de una anexión ilegal del territorio.
El fin de las sanciones se produce en un momento en que Siria, tras la caída de Bashar al Asad en diciembre, está tratando de reorganizarse bajo un nuevo gobierno, que ha presionado a las naciones occidentales para que reconsideren las restricciones. En este sentido, el presidente interino sirio, Ahmed al-Sharaa, también se había pronunciado semanas antes en París, señalando que no existía justificación para mantener las sanciones impuestas por Europa al antiguo régimen de Asad. "Estas sanciones se impusieron al régimen anterior por los crímenes que cometió, y ese régimen ya no está", sostuvo al-Sharaa, quien aplaudió a Trump en Riad.
El multimillonario acuerdo de defensa con Arabia Saudita
Otro de los anuncios más importantes de la gira fue el acuerdo histórico de inversión alcanzado entre Estados Unidos y Arabia Saudita. Trump, autopercibido un pacifista según sus dichos en campaña electoral, comprometió al fisco estadounidense a realizar una inversión de 600.000 millones de dólares en diferentes sectores, con especial énfasis en seguridad energética, industria de defensa, tecnología y minerales críticos. Este paquete incluye, entre otras cosas, el acuerdo de ventas de defensa más grande en la historia de las relaciones entre ambos países, con un valor cercano a los 142.000 millones de dólares.
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La Casa Blanca destacó que este acuerdo proporcionaría a Arabia Saudita "equipo y servicios de combate de última generación" provenientes de más de una docena de firmas estadounidenses de defensa. Esta inversión no solo tiene implicaciones económicas, sino también estratégicas. Los gobiernos de ambos países coincidieron en que el fortalecimiento de la seguridad regional y la defensa mutua son fundamentales para hacer frente a las amenazas que surgen de actores de lo que Washington considera parte del "eje del mal", como Irán y otros grupos extremistas que operan en la región.
"Este acuerdo no es solo una inversión económica, es una inversión en la seguridad de Arabia Saudita y la de toda la región", comentó Trump durante su discurso en Riad, consciente de la importancia de Medio Oriente en la matriz energética mundial.
Qatar: una visita estratégica y la controversia del jet
Este miércoles Trump llegó a Qatar, donde participó en una visita de Estado que incluyó reuniones con líderes qataríes y una cena oficial. Durante esta visita, Trump se vio envuelto en una controversia al referirse al lujoso regalo presidencial que recibió de Qatar: un jet de lujo para su uso personal.
Aunque algunos funcionarios estadounidenses expresaron preocupaciones sobre los posibles riesgos de seguridad que implicaría aceptar dicha oferta, Trump defendió su postura, argumentando que "somos los Estados Unidos de América, y debemos tener el avión más impresionante". Este comentario fue criticado por algunos sectores, pero también mostró la actitud pragmática y a veces controvertida que caracteriza la política exterior de Trump.
El viaje también estuvo marcado por algunas tensiones internas, particularmente en relación con las declaraciones de Trump sobre el senador Chuck Schumer. Durante su vuelo hacia Qatar, Trump calificó a Schumer de "palestino" una frase que generó reacciones furiosas, tanto en la prensa como entre algunos legisladores estadounidenses. Este tipo de comentarios, considerados por muchos como despectivos, reflejan la polarización interna de la política estadounidense durante la administración Trump, que a menudo recurría a un estilo de comunicación agresivo y provocador.

El guiño a Israel en el inicio de la gira por Medio Oriente
En el inicio de su gira por Medio Oriente, el martes pasado Trump subrayó que el fortalecimiento de los lazos con los países árabes podría ser beneficioso para Israel, pues contribuiría a garantizar una paz más amplia y duradera en la región. "Creo que es muy bueno para Israel tener una relación como la que tengo con estos países. Esta es una oportunidad histórica para todos", sostuvo desde Riad.
En su discurso, Trump expresó su esperanza de que Arabia Saudita se uniera a los Acuerdos de Abraham, un proceso que fue interrumpido tras el 7 de octubre y la represalia contra la población palestina. Desde entonces, Arabia Saudita advirtió que no tendrá lazos con Israel sin la creación de un estado palestino, algo que ratificó en enero de 2025 tras la asunción de Trump.
"Arabia Saudita también rechaza cualquier intento de desplazar a los palestinos de sus tierras", rezaba el comunicado de la cancillería del reino saudí, que se vio forzada a aclarar la postura de Riad tras un comentario del entonces flamante presidente republicano. La declaración, en tanto, cobra otro color en función de las recientes declaraciones del premier israelí, Benjamin Netanyahu, y algunos de sus funcionarios más radicalizados (como Bezalel Smotrich) que ya no disimulan su intención de desplazar a la población de Gaza a otros países y "conquistar" el territorio.
La normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita, dos potencias en Medio Oriente, podría marcar un antes y un después en la dinámica de poder en la región, especialmente en la lucha contra la influencia de Irán en el Golfo Pérsico y otros actores radicales. Los esfuerzos para ampliar los Acuerdos de Abraham, sin embargo, también enfrentan el reto de superar la oposición interna en los países árabes y las críticas internacionales por la destrucción de Gaza bajo escrutinio digital mundial.