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CóRDOBA
ELIAN CHALI

"Ando por la vida como un sabueso"

El artista presentará su nuevo libro el próximo sábado. Busca reflexionar sobre las prácticas artísticas visuales y sus cruces con la escritura. “Socavón” es editado por Documenta y contiene desde ensayos, teoría, ficción y hasta poesía.

Socavon de Elian Chali
SOCAVÓN. “El libro es un hueco. Es el hueco de mi cabeza. Está a merced de ampliarse y nadie sabe por qué apareció. Es un estado de confusión”. | Cedoc Perfil

Elian Chali es un rara avis, un traficante que se mueve de un lugar a otro llevando y trayendo ideas y conceptos: uno puede encontrarlo arriba de un andamio, pintando uno de los tantos murales que se encuentran repartidos por el mundo, o detrás de una computadora, peleando con sus pensamientos.

Con el foco siempre puesto en esos cruces y en la práctica artística como modo de vida, Chali adopta la figura del traficante para adentrarse en mundos diferentes que le permiten jugar en todos los terrenos a los que esas prácticas artísticas lo lleven.

Con ‘Socavón’, el artista abre un gran hoyo que invita al lector a adentrarse al corazón de su cabeza.

–¿Cómo surgió Socavón?
–Nos acercamos con Gabriela (Halac, Ediciones Documenta) sin ningún plan predefinido, pero en un momento, ella me propuso ponerme manos a la obra con la consigna de reflexionar en torno a las prácticas artísticas visuales y la escritura, que es más o menos el puente en el que me muevo. Yo tenía muchas dudas porque esas prácticas tienen diferentes edades. Soy artista visual hace 20 años y comencé a escribir hace no más de cinco o seis.
Esa diferencia de trayectoria implicaba, de alguna manera, trabajar la modulación. Entonces la pregunta inicial fue: qué es para mí tener estas dos prácticas activas. Y la respuesta fue: mover ideas de un lugar a otro. Y cuando pensé esa idea de mover cosas de un lugar a otro pensé también en una suerte de contrabando, de tráfico, de llevar y traer, de desplazamientos que no son disciplinares porque el germen de mi curiosidad es móvil, tiene esa capacidad de irse de un lugar hacia el otro y después ver el cómo y el dónde aparece.

–Esta idea de habitar un lugar y el otro usando distintas disciplinas.
–Sí, pero más que pensarlo como disciplinas me gusta pensar que la práctica artística es una práctica de vida y que el acontecimiento, es decir, la forma material, se ve después. Hay un deseo ahí, un goce formal, técnico, material, no lo puedo negar. Pero lo que a mí me importa es esa práctica de vida activa.

–¿Cómo sería?
–Gabriela me decía “te estás transformando en autor”, pero a mí “artista” me parece suficiente también. Digo, si trabajo con una materialidad u otra, creo que lo que cada idea demande está bien. Por eso no me considero un artista disciplinar. Nunca me pude decir a mí mismo “pintor” porque honestamente no me quedaba ese saco y nunca me quedó. Trabajo con la pintura, me considero tremendo artesano de la pintura y, sin embargo, no puedo decirme a mí que soy un pintor porque es una categoría disciplinar que me encierra en una metodología de producción, un modo de entender la práctica. Y no me veo ahí, no me siento bien ahí.

–¿Con la escritura te pasa lo mismo?
– Me gusta decir que soy un artista que escribe. Porque además también representa esa idea de tráfico o de contrabando. Un artista que escribe es casi un artista que hace lo que no le corresponde, es casi una cosa ilegal, clandestina. Y me gusta eso. El libro gira en torno a eso, a la figura del traficante, esto de llevar una cosa de un lugar a otro. No es que digo: como artista pienso esto y después lo llevo a otro campo. No es un procedimiento intencional. Yo ando por la vida como un sabueso. A veces huelo un texto y a veces una pintura.

–¿Y de qué depende?
–No sé si es como un objeto abstraído de la realidad, que luego toma una forma. Es más bien como si me llamara. Elijo una temática y digo: me interesa enunciar, describir determinadas cosas, no me interesa que sean imágenes. Y de repente digo: quiero trabajar a merced de la mirada del otro, entonces voy al espacio público. Hay algo de ese orden, como una sensibilidad que no tiene una respuesta racional.

–¿Es más bien intuitivo?
–Sí, es mucho más intuitivo. Y es una intuición dada por la acumulación de los días. Es como la inspiración. Voy viendo las cosas a diario y digo, qué lindo sería que aparezca una obra acá; o escucho una conversación de los taxistas que hacen la fila abajo de mi casa y eso me inspira para escribir algo sobre el cansancio, por ejemplo. Estoy a merced de lo que aparece. Y de alguna manera siento que la pintura puede tener una narrativa y la escritura puede tener condiciones plásticas.

–La escritura como imágenes.
– Claro. Como una suerte de sinestesia, porque pareciera que fuese una sinestesia de las prácticas, que es lo que me interesa señalar en el libro, esto de: qué pasa con esos cruces. También asumiendo mis otros rostros, las ganas de hacer, hacer otras cosas; y creo que las ganas de hacer otras cosas son las ganas de ser otro que no sea quien soy determinado socialmente, entrando ya en las particularidades de mi cuerpo, mi lugar de origen y demás. Poder ser escritor y poder ser artista visual es decir: puedo ser cualquier cosa, de alguna manera.

–¿Cómo se estructura el libro?
–Tiene un poco la característica de cambiar mucho de tonos. Hay una parte que es más autorreferencial, hay ficción, ensayo, teoría; hay poesía también. Me animé a meter lo que sea que aparezca como forma porque de eso estoy hablando, de traficar de un lugar a otro.

–¿Está separado por capítulos?
–No. Arranca y es un solo ‘vómito’ que nunca baja el volumen. Está al palo todo el tiempo. También eso es constitutivo de mí, yo soy así: volumen a fondo todo el tiempo.

– ¿Cuánto tiempo demandó el proceso desde que iniciaste la escritura?
–Más o menos un año y medio. Empezamos a conversar en agosto de 2023. Comencé con un envión inexplicable, muy motivado, y en un momento el proceso se clavó totalmente y se me volvió muy espeso. Al principio podía avanzar cinco o seis páginas por día y en un momento no podía escribir un párrafo. Y el trabajo de Gabriela, que fue acompañarme en esos momentos tan espesos, fue espectacular porque su gran labor como editora es poder potenciar aquello que está a merced de que explote. Y por eso le estoy muy agradecido.

–¿Por qué ‘Socavón’?
–Tenía varias puntas de títulos pero no podía encontrar uno que dijera: esto es una ventana hacia el contenido. No lograba capturarlo. En el libro, hacia el final, aparece la palabra Socavón. Me pareció muy interesante porque el socavón son esas perforaciones que aparecen de la nada en la tierra y es casi como si fuera un desastre espontáneo. El socavón no habla de la operación que señalo en el contenido sino que el libro es un hueco. Es el hueco de mi cabeza. Y es un hueco enorme que está a merced de ampliarse y que nadie sabe por qué apareció. Es un estado de confusión. Y sobre todo no se puede negar. Hay algo de lo insoslayable que tienen los socavones que me parece muy potente. De repente en la avenida más transitada de Tokio aparece un agujero al centro de la tierra de 300 metros de diámetro y decís: ¿qué es esto? No hay un estado de excepción en el socavón, hay algo que no se puede eludir y a mi me pasa justamente con todo esto que cuento en el libro: son cosas que no puedo eludir, son las preguntas que no me dejan tranquilo.


Presentación
Editado por Ediciones Documenta, el libro “Socavón. Multitud, desplazamientos, escritura”, se presenta el próximo sábado 17 de mayo a las 19 en TresSalas (Lima 364).

En la presentación, el autor estará acompañado por Eugenia Almeida y Gabriela Halac.

Elian Chali

CHALI. “El germen de mi curiosidad es móvil”, define el artista.

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