En los últimos años, Europa fue testigo de un avance significativo de líderes populistas asociados a la derecha del espectro político. El fenómeno desafió las estructuras tradicionales de la Unión Europea y abrazó un discurso nacionalista y anti-globalista al estilo Donald Trump pero con tendencias prorrusas en algunos casos.
Movimientos de este tipo se destacaron especialmente en países como Rumania, un país atravesado por la disputa entre Bruselas y Moscú que recientemente eligió en primera vuelta a George Simion, un candidato de la ultraderecha, prorruso y nacionalista. Y el Reino Unido, donde predomina un bipartidismo tradicional que sufre las consecuencias del Brexit en 2016 que dieron origen, entre otros, al disruptivo líder Nigel Farage que por primera vez amplificará su voz desde el Parlamento británico.
Más allá de las diferencias, en ambos casos donde líderes y partidos políticos encontraron en la crisis económica, social y política un caldo de cultivo perfecto para sus mensajes de protesta contra las élites políticas y las instituciones supranacionales.
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El ascenso de George Simion en Rumania: un "trumpista" en el poder
En Rumania, George Simion, líder del partido de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), captó la atención internacional tras obtener un resultado arrollador en la primera vuelta de las elecciones presidenciales el pasado 5 de mayo. Simion consiguió el 61% de los votos, 20 puntos porcentuales más que su padrino político, Calin Georgescu, el candidato favorito para las presidenciales que fue inhabilitado por la justicia por haber permitido la injerencia rusa en la campaña.
Con un mensaje populista que apelaba a la identidad nacional, el rechazo a la integración europea y la defensa de los "valores tradicionales cristianos", Simion logró movilizar a una gran parte del electorado, especialmente a la diáspora rumana en el extranjero. En este sentido, alcanzó la contundente cifra gracias los votos provenientes del exterior, destacándose como el gran favorito tras la anulación de los comicios previos.

Simion se definió abiertamente como "trumpista", mostrando simpatía por Donald Trump, y adoptando un enfoque nacionalista y soberanista similar a las banderas proteccionistas y conservadoras del presidente estadounidense e impulsor del movimiento MAGA. En sus intervenciones públicas, prometió cortar la ayuda militar a Ucrania, criticó duramente las instituciones europeas y defendió la "familia tradicional" frente a lo que consideraba una amenaza impuesta por la modernidad. Como declaró en una de sus intervenciones.
"Queridos rumanos del extranjero, nuestros hermanos y hermanas de la diáspora, vosotros que os habéis ido no porque quisisteis, sino porque os empujaron, vosotros que lleváis a Rumania en vuestra alma, incluso cuando el pasaporte dice lo contrario. Hoy hicieron hecho historia", publicó después del resultado.
El líder de AUR también apeló al sentimiento patriótico de los rumanos en el extranjero. En su mensaje a la diáspora, declaró: "Demostraron que la sangre rumana no se diluye con la distancia". Esta expresión de nostalgia y patriotismo caló hondo en los votantes que, según Simion, se vieron obligados a abandonar Rumania debido a las políticas económicas y sociales de los últimos años.
Simion también criticó el sistema político rumano, acusando a las autoridades de haber "robado el voto" de los rumanos en la primera vuelta de las elecciones de diciembre. "Sé que robaron vuestro voto en diciembre. Votaron por Calin Georgescu, por la dignidad, la luz, la paz, por una Rumania conducida por gente justa. Ese voto ha sido borrado, ignorado, anulado, tal como (los gobernantes) querían hacer conmigo", afirmó en uno de sus discursos.
Nigel Farage, el líder del populismo británico

Al mismo tiempo, en el Reino Unido, el partido Reform UK (Reformar Reino Unido), liderado por Nigel Farage, comenzó a ganar terreno. Con un discurso centrado en la oposición a la inmigración y a las políticas tradicionales de los grandes partidos, el partido desafiaba tanto a los laboristas como a los conservadores y hasta fue tildado de "racista" por parte del exprimer ministro David Cameron, antes de la debacle conservadora que derivó en el triunfo laborista de 2024.
El primero de mayo, tras una ajustada victoria en las elecciones parciales en una pequeña localidad inglesa, el partido de Farage mostró que su mensaje populista de "anti sistema" estaba resonando cada vez más entre los británicos. "Es un momento muy, muy grande para la política", expresó Farage al celebrar el triunfo de Sarah Pochin, la candidata de Reform UK en ese distrito.
La victoria, en tanto, fue solo una muestra de un fenómeno más amplio. Reform UK aprovechó el descontento generalizado con los partidos tradicionales, especialmente por su manejo de la inmigración y las políticas contra la crisis climática. Farage y su partido se mostraron como los defensores de una Gran Bretaña que buscaba recuperar el control frente a lo que percibían como injerencias extranjeras, ya sea de la Unión Europea o de las políticas internacionales sobre medio ambiente. De esta forma, ganó un escaño en la Casa de los Comunes, un suceso histórico en un bipartidismo tradicional.
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La dimensión "anti-globalista" del triunfo de Simios y Farage
Tanto en Rumania como en el Reino Unido, la derecha populista adoptó la noción de "soberanía nacional" como uno de sus principales pilares, en contraposición a la integración regional. En Rumania, la crítica a la integración europea y la promesa de restaurar la "dignidad nacional" encontraron eco en un sector de la población que, por diversas razones, veía a Bruselas como una amenaza a la identidad rumana. Simion, al igual que otros líderes de derecha y a diferencia del candidato opositor, se opuso rotundamente a las políticas europeas, aludiendo a un supuesto ataque a las costumbres y valores nacionales.
En el Reino Unido, el Brexit se consolidó como el principal ejemplo de este deseo de recuperar el control sobre la nación. Reform UK se sumó al clamor de quienes se sentían decepcionados por los compromisos de los partidos tradicionales con la globalización y las políticas internacionales. En ambos países, los discursos nacionalistas ganaron fuerza al señalar a las élites políticas y económicas, a menudo acusadas de estar más alineadas con intereses extranjeros que con los de sus propios ciudadanos.
CD / Gi