Este martes falleció en su chacra de Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo, a los 89 años, Pepe Mujica, el expresidente uruguayo que convirtió la humildad en política de Estado y hasta su último día siguió predicando para despertar conciencias.
Ex Guerrillero, preso durante la dictadura y luego símbolo democrático, vivió con lo justo y gobernó con lo necesario. Austero, lúcido, terco y profundamente humano, transformó Uruguay, y dejó una marca ética y política en toda América Latina.
Su muerte sugiere una profunda reflexión sobre su legado. Su trayectoria, desde guerrillero tupamaro hasta presidente de Uruguay, plantea una pregunta fundamental: ¿es posible que alguien que eligió la vía de la lucha armada se reconcilie con la democracia y se convierta en un símbolo de ella? Su propia vida es una respuesta afirmativa a esta pregunta.
En una reciente entrevista que le hizo el diario norteamericano The New York Times, se lo presentó como un "filósofo sin pelos en la lengua". En uno de sus mensajes, desde el búnker de campaña tras el triunfo de Yamandú Orsi en noviembre de 2024 decía:
“Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada donde no se vuelve. Pero soy feliz porque están ustedes. Porque cuando mis brazos se vayan, habrá miles de brazos sustituyendo la lucha”.
“Los más jóvenes van a vivir un cambio en el mundo que no ha conocido la humanidad. La inteligencia va a ser tan importante como el capital”, agregó el ex presidente. “Si no somos capaces como país de educar y de formar a las generaciones que vienen, van a pertenecer al mundo de los irrelevantes, de los que no sirven ni para que los exploten”.
Mientras escuchamos estas palabras que emocionan, en Montevideo, por la avenida principal avanza el cortejo de despedida tirado por caballos donde va el cuerpo de Mujica.
Y estas palabras que acabamos de escuchar están cargadas de emoción de un líder que sabía, que estaba dando sus últimas lecciones a los continuadores de su obra y con la conciencia de que su obra era una obra colectiva.
Un informe del canal 5 de Uruguay resumió de esta manera la biografía de Pepe Mujica: “Pepe Mujica nació el 20 de mayo de 1934 en Montevideo. Su padre murió cuando tenía 7 años y como pertenecía a una familia de los sectores más pobres de la clase media, trabajó desde pequeño vendiendo flores para ayudar a su madre”.
“Se crió en el Paso de la Arena y cursó sus estudios primarios y secundarios en instituciones públicas del barrio. Posteriormente, ingresó al bachillerato en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo, en el IABA, aunque no terminó de cursar. Militó en el Partido Nacional, donde fue secretario general de la Juventud, pero poco tiempo después, José Mujica abandonó el espacio para crear la Unión Popular, junto al Partido Socialista del Uruguay y el Grupo Nuevas Bases”.
“Como miembro del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, entre los años 60 y 70 participó de la actividad clandestina. En 1972 fue preso. Pasó en total 15 años detenido en diversas unidades militares. Formó parte del grupo de líderes del MLN, denominado como Los Rehenes”
“En 1985 salió en libertad, luego del retorno a la democracia, mediante una amnistía de detenidos comunes y políticos. Tras algunos años de la apertura democrática, crea, junto con otros referentes del MLN, el Movimiento de Participación Popular, MPP, dentro del Frente Amplio”.
“Mujica fue electo diputado en las elecciones de 1994 y senador en 1999. Durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. En 2005, Mujica se casó con su pareja Lucía Topolansky, actual vicepresidente del Uruguay. En las elecciones presidenciales de octubre de 2009, José Mujica obtuvo casi 50% de los votos, enfrentando al expresidente Luis Alberto Lacalle en segunda vuelta. Se convirtió en presidente con 52% de los sufragios.
“Terminadas sus responsabilidades al frente del gobierno uruguayo, volvió a ser electo como senador en 2014. Por su forma de vida austera durante su mandato, fue conocido mundialmente como el presidente más pobre del mundo.”
Como aquí se contaba, Mujica enfrentó la represión por participar en la guerrilla, y pasó casi 15 años en prisión. Esto también esto nos hace reflexionar sobre las diferencias entre la dictadura argentina y las de los países vecinos.
En la Argentina seguramente estaría muerto, habría sido desaparecido, pero allí lo pusieron en cárcel oficial y estuvo 15 años en prisión, muchos de ellos en condiciones infrahumanas y aislamiento total.
El mismo contó esta experiencia lo forjó: “No sería quien soy si no hubiera estado en la cárcel, sería más futil, más frívolo y más superficial”.
El Gobierno despidió a José Mujica con un árido mensaje
En un contexto de represión y sufrimiento, donde las condiciones de vida eran difìciles, desarrolló una visión que lo llevó a rechazar lo superficial. La adversidad le permitió encontrar una fuerza interna que lo definió no sólo como político, sino como ser humano.
¿Se habrá producido allí un quiebre entre el joven idealista que se sumó a la lucha armada, y el político hábil que luego llegó a la presidencia?
Es una reflexión que invita a cuestionarnos cómo las adversidades pueden transformarnos, sacándonos de la comodidad para enfrentarnos con lo que realmente importa.
Mujica fue liberado en 1985, una amnistía masiva tras el retorno a la democracia en Uruguay. Y aquí vale nuevamente aquí vale una comparación con la Argentina. Argentina fue el primer país que recuperó la democracia después de dictaduras militares.
Fíjense que estamos hablando del 85 en Uruguay contra el 83 en la Argentina. ¿Cuánto hizo Raúl Alfonsín para que su ejemplo en la Argentina permitiera que llegara la democracia a nuestros países vecinos como Brasil o Uruguay?
Decíamos que tras su liberación de la cárcel en 1985, Mujica eligió el camino de la política institucional. En una entrevista que le hice en 2021 en Periodismo puro Mujica dijo que “el fanatismo envilece porque es generador de odio”. Justo la palabra “odio” que hoy está en boca de nuestro presidente.
“El odio es una postura muy negativa del ser humano porque es tremendamente destructor. Tiene en común con el amor que es ciego. Y la ceguera es una forma de estupidez”, dijo en esa oportunidad.
Es para escuchar y volver a escuchar, porque justamente habla de lo que hoy en la Argentina predica, que es el odio.
En 2010, finalmente llegó a la presidencia. Durante su mandato, impulsó reformas progresistas como la legalización del aborto y el matrimonio igualitario. Su gobierno también promovió el uso de energías renovables y políticas de inclusión social. Sin embargo, enfrentó críticas por el aumento de la delincuencia y desafíos económicos.
Pero más allá de sus políticas, Mujica fue conocido por su estilo de vida austero. Vivía en una modesta chacra en las afueras de Montevideo, conducía un viejo Volkswagen Beetle y donaba la mayor parte de su salario a organizaciones benéficas.
Esta coherencia entre su discurso y su forma de vida le valió reconocimiento internacional y el apodo de "el presidente más pobre del mundo", que llevaba con enorme orgullo.
Tuve la oportunidad de preguntarle, en el programa Periodismo Puro, por su estilo de vida austero, y esto fue lo que me contestó:
“No hay ninguna pobreza, yo no soy pobre. Es una opción de vida hace rato definida. Es mi manera de luchar por mi libertad. Por qué, si me dejo esclavizar por el tironeo civilizatorio del mercado, viviré para gastar mi vida en conseguir los medios para poder pagar las infinitas cuotas que me promete el mercado tras el cuento de felicidad”.
Y agregó: “Entonces, ¿qué es ser libre? Es gastar la mayor cantidad de tiempo de mi vida en las cosas que a mí me gustan. Si me multiplico las obligaciones, adiós con mi libertad”.
Su muerte fue lamentada por líderes de todo el mundo. El presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, expresó: "Te vamos a extrañar mucho Viejo querido". Otros líderes latinoamericanos, como Cristina Kirchner, Evo Morales, Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum, destacaron su legado de humildad, sabiduría y compromiso con la justicia social.
No obstante, también hubo reacciones negativas. En Argentina, el influencer libertario "Gordo Dan" fue el más desagradable: tuiteó "Uno menos".
Este tipo de comentarios contrastan con la actitud de Mujica, quien promovía el diálogo y la convivencia pacífica, incluso con quienes pensaban diferente. Pero no es casual que quienes se identifican con el gobierno de Milei se ubiquen de la vereda de enfrente.
Mujica se refirió hace poco a la situación que está atravesando la Argentina, en Radio 10. “Mi sentimiento de solidaridad con ese castigo que está soportando el pueblo argentino, en primer término su jubilado y lo tratan como el último orejón del tarro y después toda la gente que solidariamente se manifiesta junto a ellos y les cae esta represión ciega que no resuelve nada”, dijo el ex mandatario.
Para dimensionar más su figura y su legado político, veamos similitudes y diferencias con otras de las figuras de la región.
Mujica y Lula da Silva compartieron una profunda conexión personal y política. Ambos líderes, provenientes de contextos de lucha y resistencia, encontraron en la política democrática una vía para transformar sus países sin renunciar a sus ideales. Ambos, además, estuvieron en la cárcel, aunque en condiciones distintas.
Esta visión común los llevó a colaborar estrechamente en diversas iniciativas regionales, buscando la integración y el fortalecimiento de América Latina.
Pero su relación no solo se limitó a encuentros protocolares. Cimentó en una amistad basada en el respeto mutuo y la admiración.
En diciembre de 2024, Lula condecoró a Mujica con el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, la máxima distinción de Brasil, y lo calificó como "la persona más extraordinaria" que ha conocido.
Por su parte, Mujica dijo: “Tenemos enormes deudas sociales con los débiles de nuestra América. Ojalá podamos un día pagarlas con creces. Somos un continente rico, con demasiados pueblos pobres”.
Me pregunto qué habría sido de Argentina si hubiéramos tenido esta centro izquierda que tuvo la suerte de tener Uruguay y también Brasil.
Ahora veamos su relación con otro líder humanista que nos dejó hace muy poco, el Papa Francisco.
Aunque provenientes de trayectorias muy distintas, Mujica y Francisco compartieron una ética común basada en la humildad, el compromiso con los más vulnerables y una visión crítica de las desigualdades del capitalismo.
Ambos desconfiaban del lujo, de los privilegios y del poder como fin en sí mismo. Francisco eligió vivir en la residencia de Santa Marta en lugar del palacio apostólico, en un lugar bastante austero al lado de otros edificios vaticanos.
Mujica nunca se mudó de su chacra en Rincón del Cerro, donde cultivaba flores y criaba perros. Ninguno necesitó de los símbolos tradicionales del poder para ejercerlo.
“Hay que reconocer que este Papa es un personaje, se las trae y me parece que está tratando de modernizar la última corte real imponente que queda en el mundo, la iglesia. Dándole un tono de volver a las bases, de humildad, de compromiso. Entonces humanamente le tengo un enorme respeto al Papa”, dijo Mujica sobre Francisco.
“Por otro lado, es cierto, soy ateo, pero admiro la iglesia católica, porque soy latinoamericano. Y los latinoamericanos tenemos dos cosas en común: la lengua en la que pensamos y la historia de la iglesia en este continente”, agregó.
Pero también hay lecciones políticas que Mujica puede enseñar a otros movimientos que formaron parte del “bloque latinoamericano”, como lo es el peronismo. En especial en lo que respecta a la sucesión del liderazgo.
En el llamado “campo nacional y popular” de Argentina hay una interna feroz. El líder emergente, Axel Kicillof, encuentra la obstrucción permanente de la líder de los últimos años, Cristina Kirchner, quien, si bien cuenta con mayor cantidad de votos que cualquier otro referente, corre el peligro de aislar al peronismo.
En contraste, el Frente Amplio uruguayo ha mantenido la unidad y permitido una sucesión mucho más ordenada. Lo que se debe en parte al liderazgo de Mujica, a su carácter y personalidad, y a su habilidad para integrar diversas corrientes ideológicas, y priorizar el bien de su movimiento sobre los intereses personales.
En noviembre de 2024, Mujica hizo una crítica en este sentido con su estio directo y coloquial.
“Ahí está la vieja Kirchner, en la Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse en una vieja consejera y dejar nuevas generaciones, no. Está jodiendo ahí. Cómo les cuesta largar el pastel”, dijo.
Luego Mujica pidió perdón, reivindicó la figura de Cristina y dijo: “Mi expresión no fue para nada diplomática, Cristina es un fenómeno”
La crítica de Mujica no se limitó al peronismo. En el caso de Bolivia, Mujica criticó al expresidente Evo Morales por su intento de perpetuarse en el poder y por su enfrentamiento con el actual mandatario Luis Arce. “Lo de Evo es inconcebible”, afirmó, subrayando la importancia de saber retirarse a tiempo para permitir la renovación política.
Su opinión general era la de la necesidad de una renovación generacional y el rechazo a los liderazgos personalistas que obstaculizan el desarrollo democrático.
Mujica dejó la política activa en 2020, pero continuó siendo una voz influyente en temas sociales y políticos. Su legado perdura como ejemplo de que es posible transformar la sociedad desde la política institucional, manteniendo la coherencia entre los ideales y las acciones.
“Alguna vez fui un muchacho que quiso cambiar el mundo”, dijo Mujica en un emotivo discurso que está circulando en estos momentos en la televisión uruguaya.
“Ay de aquellos que se creen que el poder está arriba y no se dan cuenta que el poder está en el corazón de la grandes masas, me costó una vida tal no es aprenderlo”, es otra de las frases recordadas de Mujica.
Mujica demostró, con su vida, que es posible transitar de la violencia a la convivencia democrática, sin perder las convicciones ni traicionar los ideales.
No renegó de su pasado, pero tampoco se quedó atrapado en él. Lo asumió, lo revisó, y desde ahí construyó un mensaje profundamente ético: no hay transformación posible sin autocrítica, ni justicia sin humildad.
Su historia desarma los discursos que simplifican la política entre buenos y malos. Frente a los líderes que se aferran al poder, que se blindan en sus privilegios o que promueven el odio como identidad, Mujica eligió otra ruta: la de la coherencia personal, la de la escucha, la de poner el bien común por encima del cálculo personal.
Su vida es un alegato en sí mismo: un hombre que, habiendo vivido la violencia, eligió la paz; que habiendo sufrido la cárcel, no buscó venganza; que habiendo llegado a la cima del poder, prefirió la vida sencilla, tomar mate y seguir cultivando flores y afectos en su chacra en las afueras de Montevideo.
Cuando mirábamos las comparaciones con el Papa y fundamentalmente con Lula, me quedo pensando qué tan distinto es Lula o el Partido de los Trabajadores en Brasil y el Frente Amplio y Pepe Mujica en Uruguay con lo que el kirchnerismo hizo en la Argentina.
Si hubiésemos tenido esos líderes pacifistas como son Pepe Mujica o como el propio Lula o lo que representa el Papa, otra sería la historia de la Argentina, en esa oportunidad que perdimos desde que comenzó de siglo.
Y tengo la sensación, viendo estas imágenes, el temor de que también se muera Lula. Es una sensación del todo personal, de que se mueren los padres.
Nos vamos con Civilicemos al Pepe, de Agarrate Catalina. Un hermoso homenaje que le hizo la murga uruguaya al líder que ayer nos dejó.
Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira.
MC