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MODO FONTEVECCHIA
ATAQUES A LA PRENSA

Hugo Alconada Mon: “La aplicación de la palabra odio por Milei es cínica"

El periodista se refirió a los ataques del Presidente contra los periodistas y consideró que se trata de una estrategia deliberada copiada de Donald Trump. 

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Hugo Alconada Mon | IG - Cedoc

El periodista Hugo Alconada Mon analizó los ataques del presidente Javier Milei a la prensa y la incitación a “odiar a los periodistas” y advirtió que ese tipo de expresiones están fríamente calculadas. “Lo que parece una reacción furibunda de Milei, embroncado por algo del momento, en realidad está programado, diagramado y traducido de otros idiomas”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Hugo Alconada Mon es abogado y periodista. Se desempeña como prosecretario de redacción del diario La Nación, es especialista en periodismo de investigación e integrante del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. También es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. Colabora en el diario El País de España. Enseñó periodismo en la fundación de GABO y ha recibido numerosos premios de organizaciones.

Hugo Alconada Mon presentó el domingo pasado el libro Topos, sobre los espías rusos que tomaron Buenos Aires como base de operaciones. ¿Es verdad que te encontraste con esta historia por un cable que llegó a la redacción de una agencia de noticias? Y si es así, contanos y compartí con nuestra audiencia cómo fue esa punta del ovillo de esta historia que se terminó completando en tu libro.

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En efecto, comenzó allá por 2023, fines de enero, cuando en un medio esloveno salió un primer dato suelto, pequeño, que alertaba sobre el arresto de dos personas, no daba ni siquiera el género, que, al parecer, se movían con pasaportes argentinos, al menos una de esas dos personas, y que ese pasaporte sería falso. Y que estarían espiando para Rusia.

Es decir, una serie de imprecisiones, pero un primer dato llamativo. Ahí es donde yo me involucro, empiezo a tirar de la cuerda, a levantar los teléfonos, empiezo a fatigar fuentes y empiezo a reconstruir una historia que, mientras nosotros íbamos reconstruyendo y publicando, empieza a salir a la luz un entramado que terminó exponiendo a dos espías rusos que vivieron en la Argentina y se movieron por la Argentina entre 2009 y 2022, y que estaban trabajando al servicio del Kremlin. Y todo lo que pasó después.

¿Encontrás algún punto de contacto en la historia reciente rusa y la Argentina respecto de la relación con los medios de comunicación, respecto de determinado tipo de políticas de control de la información? ¿Hay algún punto de contacto, por ejemplo, entre lo que hizo en su momento Néstor Kirchner con los medios de comunicación amigos y lo que hizo Putin en Rusia? Y no sé si lo que hoy estaría tratando de hacer, aún con los nuevos medios, una persona como Milei.

Es que aquí hay dos carriles. Uno es el carril del espionaje, donde estos dos espías se movían por debajo de los radares, negaban ser rusos, se movieron con otras identidades y, aunque hicieron tareas de inteligencia en la Argentina, desarrollaron una leyenda en la Argentina y espiaron en la Argentina, por arriba de la superficie eran un matrimonio tipo de la ciudad de Buenos Aires que vivían en el barrio de Belgrano. Este es un carril.

Y el otro carril es este que vos remarcás, donde, claro, podemos ir abrevando incluso en Giuliano Da Empoli. Invito a los que nos están escuchando a que abreven en dos libros en particular: Los ingenieros del caos, que es impresionante, y el otro El mago del Kremlin, que son dos libros que, por un lado, muestran una forma de hacer política que se aplica de una manera muy clara en Rusia con Vladimir Putin, pero que, cuando lo leemos, Jorge, es leer lo que nos está pasando y lo que está ocurriendo en la Argentina en tiempos de Javier Milei, de la mano de Santiago Caputo.

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Yo fui secretario de la Cámara de Comercio Ruso-Argentina durante cuatro o cinco años, al comienzo del gobierno Putin. Y renuncié cuando mataron a la segunda periodista, Anna Politkóvskaya. Perfil, tenía una pequeña revista de licencia allí, era una revista de moda, y ese contacto con el periodismo ruso, fundamentalmente con el Moscow Times, que era el diario que podía leer...Y hace 15 años yo encontraba muchas similitudes con la Argentina. En el sentido de que venían y me contaban que su diario había sido comprado por, no sé, el señor del aluminio, y que entonces el tema era así: que el gobierno les decía que, para seguir siendo proveedores del Estado, lo que tenían que hacer era comprar medios de comunicación y ponerlos al servicio del oficialismo. Algo bastante parecido a lo que se vio en la Argentina en esos años de Néstor Kirchner.

Y siempre me llamó la atención la teoría de centro y periferia. De que Rusia, que parece tan lejos, yo la sentía tan cerca. Me parecía tan parecida a nosotros, y me parecía tan parecida a los latinos, con esa fogosidad. Supuestamente son tan pasionales los rusos como los españoles porque los dos están tan lejos del centro.

Yo no sé si vos sentiste, en el caso de esos rusos, que había algo también que hablaba de Argentina. Más allá del Kremlin, sino de nuestras sociedades, de nuestras maneras de sentir. El catolicismo de los rusos, por ejemplo, aunque sea ortodoxo. Si no encontraste allí algunos puntos de contacto con la Argentina, más allá de su propio presidente o jefe de Estado. Si en realidad esos actores son resultado de una cultura similar.

Creo que hay algunas características similares y algunas profundas diferencias. Y te diría: la primera es que, mientras nosotros nos movemos en el corto plazo, y para nosotros poder hacer una proyección es a seis meses, ellos tienen programas que llevan más de cien años.

Y este programa de los espías ilegales, que hoy está en manos del SVR, el Servicio de Espionaje para el Exterior de Rusia, es la continuación de la KGB para el exterior, y la continuación de la Checa. Y el programa de los espías ilegales lleva en Rusia, y luego en la Unión Soviética, más de cien años.

El segundo punto es que ellos, como vos decís, son periferia, y se ven distintos a Oriente, pero también distintos a Occidente. Y ellos se ven como una situación propia, que algunos lo pueden resumir, de manera incompleta, como Eurasia. Donde ellos, a su vez, se vislumbran como la tercera Roma. Es decir: Roma, luego Bizancio, y luego Moscú.

En una dinámica que ellos dicen que tienen un espacio propio, y que, a partir de eso, es que ellos dan los argumentos con los cuales quieren defender, por ejemplo, la invasión a Ucrania. Entonces, si por un lado tenemos algunos aspectos en común, que si querés nos dan ciertas características en las cuales nos podemos ver reflejados en algunos hábitos o prácticas rusas, nosotros somos muy distintos.

Y el tamaño cambia. O sea, son 17 millones de kilómetros cuadrados. Una vez, en Vladivostok, le pregunté a unos rusos si se sentían orientales u occidentales y me dijeron, inmediatamente, que eran absolutamente occidentales. Y eso que Vladivostok está a 40 km de Corea del Norte y el mar es el Mar de Japón.

Déjame venir a la Argentina, Hugo. ¿Cómo sentís estas últimas actitudes del gobierno contra los periodistas? ¿Y cómo sentís el futuro de nuestra profesión, amenazado no solamente por la situación del actual gobierno, sino también por lo que sucede en todo el mundo con los cambios tecnológicos que afectan el periodismo?

Lo veo con inquietud. Me preocupa. Esto no es un cliché, sino que vamos corriendo en la sociedad los umbrales de tolerancia hasta llevarlos a niveles preocupantes. Te doy un ejemplo, y pido disculpas a los oyentes,: Javier Milei ha destratado y maltratado a sus rivales, a quienes por algún motivo puso en la mira. Incluso, ha llegado a algunos a decirles: “Vos sos un mogólico”.

Con toda la carga que un término como ese conlleva para infinidad de personas, y familiares, y chiquitos y chiquitas, hombres y mujeres con síndrome de Down. Es absolutamente inaceptable. Y que, si vos dijeras o yo dijera esa frase, o la dijera Mauricio Macri, o la dijera Cristina Fernández de Kirchner, les costaría automáticamente la carrera. Para vos, para mí, para Mauricio Macri, para Cristina, para Kirchner.

Él lo puede decir. Es cuidado en que: “Bueno, Javier es así”. Es inaceptable. Del mismo modo que él ha ido corriendo los umbrales de tolerancia frente a algunos comentarios, que lo pueden llevar a decir, por ejemplo: “La gente no odia lo suficiente a los periodistas.”

Y esto no es un comentario que yo hago en defensa del periodismo. Lo mismo sería si él dijera: “La gente no odia lo suficiente a los ingenieros”, o “no odia lo suficiente a los abogados, o a los barrenderos”, o lo que fuere.

Cuando ya se promueve, incluso con ese término, el odio en una sociedad, y además quien lo promueve no es un ser anecdótico que, desde un punto aislado del territorio argentino, dice eso desde una radio de onda corta, sino que es el Presidente de la Nación, el máximo representante y referente de la República Argentina… Es inquietante.

Porque además te va corriendo los umbrales desde la violencia verbal hacia la violencia física. Entonces, eso es peligrosísimo. Más aún en una sociedad como la Argentina, que ya hemos vivido episodios de violencia verbal que derivaron en violencia física. ¿Por qué no aprendemos, de una bendita vez, de nuestros propios errores cometidos en el pasado de manera recurrente, para no volver a tropezar con la misma piedra?

Hugo, vos sos abogado, además de periodista. Ayer entrevistamos a Gil Lavedra aquí, quien nos marcaba que el odio está específicamente penado en el Código Penal, en la ley 23.592. ¿No te llama la atención que no haya fiscales que actúen? O sea, que no solamente Milei logra correr el eje, de poder decir algo sin que tenga consecuencias, sino que corre los límites jurídicos. Es decir, que se lo tome con naturalidad, al punto de que ningún fiscal diga: “No, pero el odio está penado en nuestro Código Penal. Por lo tanto, de oficio, se inicia una causa.”

Te lo respondo con un nombre y apellido: Gretchen Helmke. Es una académica norteamericana que es fiel al estilo de tantos investigadores estadounidenses. Cuando desarrolló un proyecto de investigación, se abocó a estudiar más de 15.000 fallos judiciales y expedientes judiciales argentinos durante varios años.

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Y lo que desarrolló, a la luz de sus análisis y trabajo de campo, es este término: “la lógica de la defección estratégica”, traducido al español para los oyentes. Detectó una tendencia de jueces y fiscales a ser procíclicos. Es decir, cuando tenés poder, se hincan ante vos. Cuando dejás de tener poder, te patean la cabeza.

Y esto lo hemos visto con Carlos Menem, que tenía la mayoría automática y terminó detenido incluso por uno de los jueces de “la servilleta”. Le pasó a Néstor Kirchner. Le pasó a Cristina Fernández de Kirchner. Le pasó a Macri, le pasó a Alberto Fernández: cuando tenían poder, nadie los molestaba; cuando dejaron de tener poder, desfilaron por tribunales.

Y lo mismo está ocurriendo hoy. Javier Milei hoy puede, eventualmente, hacer comentarios de este tipo sin que nada pase. Del mismo modo que impulsó, por ejemplo, promocionó la criptomoneda Libra, y tenemos una investigación judicial que avanza de manera muy cansina.

A tal punto que los protagonistas de esa historia, los protagonistas argentinos, Manuel Mauricio Novelli y Manuel Terrones Godoy, no están con sus cuentas embargadas, no están inhibidos, no tienen prohibición de salir del país. E incluso demoró tanto la justicia en ir a revisar, por ejemplo, la caja de seguridad del señor Novelli que, para cuando fueron a revisarla, ya estaba vacía y abierta. Como disiento: "Pasá, nomás, querido, que ya, total, la limpié."

Hugo, ¿y si los fiscales, por esta defección estratégica que vos decís, no actúan de oficio, deberíamos los periodistas, y si mañana fueran los ingenieros, o el colectivo que sea, actuar nosotros, juntarnos y llevar adelante una demanda, haciendo respetar la ley o pidiendo que se respete la ley?

Creo que es uno de los caminos para evaluar. Y no solamente... Es decir, a ver: por un lado, sí, tenemos que revisar nuestras propias prácticas y mirarnos al espejo, decir qué tenemos que corregir. Número uno. Número dos: cuáles son nuestras falencias. Número tres: también plantearnos, decir hasta dónde podemos avanzar nosotros. Y no hablo desde un espíritu corporativo, no hablo de corporativismo, sino decir: a ver, ¿cómo podemos avanzar para decir hasta acá, esto es un límite?

Del mismo modo que en su momento se hicieron reclamos durante el kirchnerismo para decir: "Queremos, reclamamos", porque no es por una cuestión propia, nosotros de mercadito chico, de nuestra baldosa, sino porque es para la salud de la democracia que las autoridades deben dar conferencias de prensa, por ejemplo. Deben habilitar el acceso a la información pública.

No es un caprichito, no es porque de ahí nosotros obtenemos datitos para pequeñas primicias como pequeños periodistas, sino porque es una obligación de los funcionarios públicos de entregar la información que es pública. Porque es para el servicio de la sociedad.

Y del mismo modo, nuestro trabajo, no es que lo estamos defendiendo.frente al poder de turno porque estamos preocupados por nosotros mismos, sino porque, además, nosotros somos uno de los muchos canales para poder obtener información, verificar los datos y, eventualmente, informar a la sociedad o darle, al menos, la oportunidad de informarse a la sociedad. Es una de las esencias de nuestra labor.

Te cuento lo que me dicen los penalistas cuando yo les pregunto esto. Ellos me dicen: "Mire, por tratarse de delito de acción pública, los fiscales pueden actuar de oficio. Ahora, si los fiscales no actúan de oficio en el caso del odio promovido contra los periodistas, no lo pueden iniciar los ingenieros. Lo tienen que iniciar los periodistas, porque son el objeto odiado." Entonces, o lo hacen los fiscales o lo hacen los periodistas.

Si mañana propusiese odiar a los ingenieros, no lo podríamos hacer los periodistas. Lo tendrían que hacer los ingenieros. Entonces, ahí nos planteaba un tema que dejo abierto, que es: ¿somos nosotros, los llamados a ser odiados, los que tendríamos que llevar este tema a la justicia? Porque nosotros sí tenemos la capacidad de actuar, porque hemos sido el objeto del odio del presidente. O un fiscal, como decía. Pero bueno, si no lo hacen, no nos queda alternativa que hacerlo nosotros.

Y esta es la diferencia que todavía queda con Rusia. En Rusia nadie podría hacer esto que nosotros nos estamos animando a hacer, y decir siquiera. No, nadie podría estar imaginando poder hacer un juicio contra Putin.

Que, a su vez, conlleva los riesgos inherentes, riesgos, o dudas, o planteos sobre esto. Estamos, si querés, como si estuviéramos en una conversación entre nosotros dos, sin oyentes, pero invitando en esta ocasión a los oyentes. Y uno se plantea los costos de esto.

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Y lo voy a dar con un ejemplo. Cuando yo a veces presento pedidos de acceso a la información pública, y la oficina pública, sea nacional, provincial, a la cual pido esos datos se niega a dármelos, la duda es: ¿conviene acudir a la justicia? ¿O finalmente tardaré tanto en la justicia que, para cuando me entreguen la información, ya no me sirve, ya no le sirve a la sociedad?

Uno: ¿los costos inherentes de recorrer los tribunales y las costas judiciales son tan altos que me terminan bloqueando, en la práctica, el acceso a la información? O tres: que incluso no termina siendo más provechoso el intentar desarrollar fuentes que me terminen entregando a puerta cerrada lo que debían haberme ofrecido a puertas abiertas.

Sí, esto es un ejemplo menor de los distintos cálculos de costo-beneficio que uno tiene que evaluar como periodista. Por ejemplo, a la hora de presentar esto, a la hora de eventualmente radicar una denuncia penal o un planteo judicial frente a Javier Milei por sus expresiones de odio.

Uno también tiene que decir: "Bueno, a ver, ¿cuáles son los riesgos? Que Javier Milei salga a decir que me están coartando la libertad de expresión. Que nosotros, los periodistas, quedemos como los que estamos coartando la libertad de expresión del presidente." Y uno podría decir: "No, pará, eso no es libertad de expresión. Eso es otra cuestión, es otro campo." Pero digamos, es uno de los ejes en los cuales uno tiene que empezar a evaluar costos, beneficios, riesgos, posibilidades, a la hora de avanzar por un camino.

Yo siempre pongo el ejemplo lo que yo le dije a la Comisión de la Sociedad Interamericana de Prensa en el año 2005, cuando vino preocupada por la discriminación que tenía el gobierno de Néstor Kirchner con el periodismo. Todavía no se había producido la crisis del campo y en el interior se daba con mucha habitualidad la discriminación y no acceso a fuentes públicas y a la distribución de la publicidad pública.

Y yo le hice esa explicación al presidente de la SIP en ese momento, de que: "Mire, vamos a tardar 10 años, vamos a gastar dinero en abogados, se van a asustar los anunciantes privados, va a terminar siendo costoso desde el punto de vista jurídico, costoso desde el punto de vista práctico. Vamos a terminar teniendo un resultado positivo, si lo tenemos, dentro de 10 o 15 años."

Y él me dijo: "Pero ustedes tienen la obligación de hacerlo, para el futuro. Para que a las futuras generaciones de medios, de periodistas, se les marque un hito de que eso no se puede hacer." Entonces, es cierto que lleva costo, sin ninguna duda, y que inicialmente mejor no hacerlo. El punto es si la discusión pasa a ser del orden ético. A lo mejor no nos conviene hacerlo, pero a lo mejor algo que muchas veces no nos conviene es algo que debemos hacer. Pero es un tema para dejar abierto.

Yo, con este tema del odio, te digo, lo voy a seguir. Le pedí a la producción seguir entrevistando a los principales penalistas de la Argentina, pues me llama la atención que usar la palabra "odio", que está específicamente penada en el Código Penal, no genere ninguna sorpresa en nadie y se lo tome como algo absolutamente natural.

Y puedo agregar un dato más sobre esto. Es para los oyentes: que incluso la aplicación de la palabra "odio", por parte del presidente Javier Milei, lejos de ser espontánea, es cínica. Y el oyente por ahí ahora está diciendo: "¿Cómo es eso? Un momentito..."

Esto está planeado. Esto está craneado. No es que fue una elucubración del momento del presidente. Lo invito a que lean, en el diario La Nación, un muy buen texto que publicó el domingo Martín Rodríguez Yebra, en el cual expone la metodología que subyace a este tipo de comentarios. Que abreva en un largo recorrido que abarca desde el que antes mencionamos, Giuliano Da Empoli, que además abarca el recorrido de Beppe Grillo en Italia, y que abarca incluso a Donald Trump en los Estados Unidos. Donde incluso esa frase de "la gente no odia a los periodistas lo suficiente" abreva de una frase parecida en los Estados Unidos sobre los medios de comunicación: "La gente no odia a los medios lo suficiente."

Con lo cual, lo que parece una reacción furibunda de Milei, embroncado por algo del momento, en realidad está programado, diagramado y traducido de otros idiomas y otras culturas para aplicarse en Argentina. Ni siquiera son originales.

MC

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