El temor a equivocarse puede moldear nuestras decisiones, especialmente en situaciones de exposición pública. En una sociedad atravesada por la cultura de la cancelación, muchas personas evitan abordar temas considerados delicados, por miedo al escrutinio social.
Sin embargo, cuando hablamos de diversidad debemos recordar que no es un tema que pueda evitarse, puesto que su existencia es un hecho. La diversidad atraviesa todas y cada una de las esferas de nuestra sociedad, y la hace tan dinámica y especial como es. No necesita ser evitada ni ocultada, necesita ser visibilizada y aceptada como elemento imprescindible para el desarrollo de la sociedad.
La diversidad es la columna vertebral de nuestras comunidades, compuestas por un mosaico de culturas, géneros, orientaciones sexuales, creencias y perspectivas. Ignorarla es ignorar la riqueza del mundo que habitamos. Pero para aceptarla, hay que entenderla, y para eso, debemos aprender.
En el momento en que reconocemos la existencia de un “uno”, inevitablemente observamos al “otro”, con sus similitudes y diferencias. Por esta razón, aprender sobre el otro, conocerlo, es una misión inevitable. Pero el aprendizaje, hoy más que nunca, está condicionado por un obstáculo persistente: el miedo al error.
Incluso desde nuestra infancia, el error es un temor que entorpece de vez en cuando nuestra desenvoltura en la prueba y error del aprendizaje. Un ejemplo simple, aunque concreto, es el temor a la vergüenza que aparece luego de hacer una pregunta en clase, y que todos los compañeros y compañeras se rían de ella. Ese miedo, lejos de desaparecer al crecer, se amplifica, y es que ya no estamos solamente frente a compañeros de aula; ahora la sociedad entera parece observarnos.
En este contexto, donde las redes sociales amplifican cada palabra y los debates en línea muchas veces se vuelven trincheras, es comprensible que algunas personas opten por callar. Pero el silencio no nos acercará a la inclusión.
Debemos abogar por una educación que fomente la curiosidad y la tolerancia
Entonces, ¿cómo mantener el diálogo abierto entre tanto barullo? Para empezar, debemos actuar desde el respeto. Si nuestra intención es generar mayor inclusión, debemos animarnos a preguntar y a errar, para así crecer. Hablar de diversidad puede ser desafiante en un mundo que castiga el desconocimiento, pero es un desafío necesario. El error, lejos de ser un enemigo, puede ser un aliado en la construcción de una sociedad más equitativa.
Para abordar de manera eficaz el miedo al error en el contexto de la diversidad, debemos abogar por una educación que fomente la curiosidad y la tolerancia. Se debe crear un entorno en el que los estudiantes, es decir, todos nosotros, se sientan cómodos al hacer preguntas y explorar nuevas perspectivas, incluso si eso significa cometer errores en el camino hacia la comprensión.
Reconocer cuando no sabemos algo, y admitir nuestros errores es un signo de madurez y humildad. Debemos recordar no avergonzarnos por tener respuestas de menos, y enfocarnos en tener preguntas de más, siendo siempre auténticos en nuestras interacciones.
Superar el miedo al error en el marco de la diversidad es un proceso continuo y colaborativo, un esfuerzo que requiere la participación de individuos, educadores, líderes, y la sociedad en su conjunto. La diversidad es nuestra mayor fortaleza, y superar el miedo al error es el primer paso hacia la construcción de un mundo en el que todos puedan prosperar, un mundo más inclusivo y equitativo, en el que cada voz sea valorada y respetada.